sábado, 8 de enero de 2011
La agenda de plomo
No es un asesino más. Miguel Etchecolatz fue el primer argentino condenado por crímenes de lesa humanidad. A pesar de sus setenta y ocho años, está en la cárcel porque el tribunal consideró que, libre, “es peligroso para él y para los demás”. En el juzgado criminal platense de Arnaldo Corazza piensan algo similar. Por eso lo investigan ahora. La Justicia sospecha que su mano manchada de sangre pudo haber estado detrás de la desaparición de Jorge Julio López, uno de los testigos clave en la causa que lo llevó a prisión. Y están convencidos de algo más: el ex jefe de inteligencia de la Policía Bonaerense no habría actuado solo.
En la decena de cuerpos que acumula el expediente existe una prueba que los investigadores califican como fundamental: la agenda del represor. Para los pesquisas, ese corpus de nombres y números serviría para desandar el camino que lleve a los secuestradores de López, desaparecido desde que hace dos años declaró en el juicio a Etchecolatz. Veintitrés accedió a ese documento rebosante de nombres cargados. Procesistas, militares, policías, represores, empresarios, editores y religiosos conviven en la nómina de contactos del ex jefe policial. Desde hace algo más de un mes, esos nombres y teléfonos son analizados por el sistema VAIC, un potente software que busca lazos entre el presunto victimario y sus supuestos secuaces. La materia prima de esa tarea fue la agenda del represor. Una agenda cargada de plomo.
Karina Mujica es una de las caras visibles de la agrupación Memoria Completa y activa defensora de la dictadura militar. “Sí, sí, hablo con Etchecolatz, ¿y qué?”, vociferó ante la consulta de esta revista, que, como en el resto de los casos, intentó consultarla sobre su vínculo con el represor. Mujica aún vive en Mar del Plata, donde, entre otras actividades, solía compartir espacio radial con el abogado Nicolás Márquez, miembro estable de la derecha vernácula. Autor de La mentira oficial y La otra parte de la verdad, Márquez habló con Etchecolatz en 2004: “Cumplía arresto domiciliario y preguntó si podía patrocinarlo.”
Miguel Pita es capitán de navío retirado. Fue subjefe del Batallón de Infantería de Marina 2 que hizo pie en Malvinas antes de la llegada de los ingleses. ¿Por qué el número de su casa figura en la agenda? “Lo conocí en los ’90, nos comunicábamos con frecuencia”, recita.
El general Mario Laprida pasa sus días en su casa de Bella Vista, muy cerca de Campo de Mayo. Viaja a la Capital para reunirse con viejos camaradas, que disparan contra el Nunca Más y los derechos humanos. En 1995 se reunió con Etchecolatz porque quería “que lo asesore en la redacción de su libro La otra campana del Nunca Más. Me produjo la mejor de las impresiones”.
Juan Alberto Puiggari ejerce como arzobispo de Mar del Plata desde el año 2004, y exhibe un claro perfil conservador. Activo militante antiabortista y partícipe de los reclamos pro mano dura, recibió a una de las marchas encabezadas por Juan Carlos Blumberg, donde también participaron Mauricio Macri y Francisco de Narváez. Consultado por este medio sobre su inclusión en la agenda de Etchecolatz, en su obispado arguyeron que el religioso estaba en Roma. Lo mismo sucedió con Aguer: “Vuelve a atender en diciembre”, se excusó un asistente del ultraconservador arzobispo de La Plata, enemigo declarado del uso del preservativo y de la anulación de las leyes de Punto Final y Obediencia Debida.
Procesado con prisión preventiva en abril de 2005, el represor Eros Amílcar Tarela fue imputado por los delitos de privación ilegítima de la libertad y tormentos cometidos en el centro clandestino de detención Puesto Vasco, de Don Bosco. Hace tiempo que no atiende el teléfono agendado por Etchecolatz. Pero igual se ven seguido. Otro habitante de la agenda que consiguió cama en el penal fue Luis Abelardo Patti.
Los mellizos Jorge y Marcelo Gristelli están orgullosos de sus contactos con el represor: “No puedo decirle otra cosa más que somos amigos de él”. Dueños de la librería católica integrista Santiago Apóstol, los hermanos comandan la autodenominada Agrupación Custodia, que “protegió” a monseñor Antonio Baseotto y en el 2001 agredió a militantes de izquierda mientras Etchecolatz declaraba en los tribunales porteños.
Rosa Reffino figura en la agenda como Rosa Camps. Este medio se comunicó con ella para conocer, entre otras cosas, su grado de parentesco con Ramón Camps. Su atención no duró ni un minuto. “Usted se imaginará que no simpatizo con esa revista. No recuerdo nada, gracias”, dijo, y cortó.
La señora de Camps, parece, tiene problemas con la memoria. Etchecolatz también: está preso porque el país no quiso olvidar.
Investigación: Carlos Romero y Carlos Stroker
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