sábado, 16 de enero de 2010

EL NEGOCIO DEL PAPEL DE DIARIO


Papel Prensa: quien la controla, controla parte del éxito o fracaso de otros diarios.
Desde que la dictadura le regaló Papel Prensa, Clarín controla con mano de hierro el mercado de diarios: puede decidir si un medio crece, si sobrevive o incluso si muere. En la actualidad, Papel Prensa –según fuentes de la propia empresa–, está compuesta por el Grupo Clarín (49%), el matutino La Nación (22,5%) y el Estado nacional (27,5%).


Durante casi una década –a fines de los ’60 y principios de los ’70–, la totalidad de los periódicos argentinos aportaban un gravamen equivalente al 10% del papel que importaban con el objetivo de reunir los fondos necesarios para montar Papel Prensa, la primera fábrica de bobinas para diario del país. Hoy, a cuatro décadas de que se inaugurara la papelera, el Grupo Clarín se convirtió en el principal accionista de la firma que no sólo tiene una posición dominante en el mercado, sino que distribuye su producción de papel de manera discrecional, a quien quiere y al precio que quiere.

En la actualidad, Papel Prensa –según fuentes de la propia empresa–, está compuesta por el Grupo Clarín (49%), el matutino La Nación (22,5%) y el Estado nacional (27,5%). El uno por ciento restante, agregan, corresponde a pequeños inversores iniciales. Con su producción de 170.000 toneladas anuales, la empresa provee de papel a 130 diarios, el 95% de los que se publican en el país. Pero resulta imprescindible una aclaración: no vende la cantidad de bobinas que los periódicos demandan, sino la que la papelera define en sus reuniones de directorio.

Excepto los diarios Clarín y La Nación, que reciben las toneladas de papel que precisan para cubrir sus ediciones, el resto de las publicaciones está sujeto a los cupos de venta que fija el directorio de la empresa cada seis meses. “Todas las veces que llamo y digo que quiero aumentar el volumen de compras, me dicen que el plan productivo del semestre ya está comprometido. Y cuando llamo al siguiente semestre, recibo la misma respuesta”, refunfuña el directivo de un diario porteño. “Nunca consigo incrementar la cantidad de papel –agrega– y si quiero imprimir una mayor tirada tengo que importar papel. Ahora, si un día llego a decir que necesito menos, después nunca más puedo volver a los niveles actuales de compra.”

Argentina posee sólo dos empresas que fabrican papel para imprimir diarios, una es Papel Prensa y la otra Papelera Tucumán –vinculada al ex presidente de la Cámara de Diputados Alberto Pierri–, de inferior capacidad productiva, menor calidad y precios más caros. La tercera opción para obtener las bobinas es acudir a las distribuidoras que importan papel, principalmente de Chile, Canadá y Estados Unidos. Aunque también puede conseguirse –en menor medida y calidad– el que llega desde Brasil o, incluso, algunos países de África o de la Europa escandinava.

De esta manera, a través de la política de cupos, Papel Prensa cuenta con una herramienta que le permite regular la competencia en el mercado de las publicaciones periódicas. Puede, si lo quiere, frenar el crecimiento de la tirada de un periódico u obligarlo a importar y pagar precios mucho más caros, dificultando muchas veces la viabilidad económica de las empresas. Uno de los primeros en denunciar este mecanismo fue el fundador de Ámbito Financiero, un periodista-empresario defensor a ultranza del libre mercado, que nadie podría tildar de izquierdista. Para describir cómo funcionaba el sistema autoeditó un libro llamado Los Cerrojos de la prensa, en el que escribió: “Se regaló Papel Prensa sólo a tres diarios. Luego se elevó el arancel de importación de papel a 44-48% para que no hubiera otra escapatoria que comprarle a esa fábrica a precio exorbitante. Cuando bajó el arancel, con los radicales, y el precio bajó, Papel Prensa no le vendía a nadie. A precio bajo sólo se benefician los dueños”.

La necesidad de las empresas periodísticas de obtener papel a precios bajos permitió, también, que la historia de Papel Prensa que vincula en su nacimiento a la dictadura militar con los diarios de mayor circulación en la Argentina quedara silenciada. Hoy, incluso, muchos medios gráficos prefieren callar sobre las condiciones comerciales que impone la papelera antes de correr el riesgo de que sus cuotas de papel disminuyan. Esta cultura del miedo al gigante explica la suavidad con que es tratado Clarín en el mercado de la libertad de imprenta. De cara a la discusión sobre la comunicación concentrada en el mercado del cable, la situación se replica con los pequeños cableros, absolutamente dependientes de los contenidos y redes desde una posición dominante.
Maravillas de la papelera propia. En estos días, el kilo producido en Papel Prensa cotiza a 2,95 pesos, IVA incluido. Mientras que la misma cantidad producida por Papelera Tucumán ronda los 3,26 pesos. Un diario chico, que cada día tira 8.500 ejemplares de 48 páginas, consume unos mil kilos de papel por edición. Si trabajara con Papelera Tucumán a fin de año tendría un costo de 112.220 pesos más que si lo hiciera con Papel Prensa.

Si se cambia el punto de vista y se analiza cuánto es el ahorro de Clarín, el diario de mayor circulación, por ser el fabricante casi exclusivo del papel más barato del país, la cifra se multiplica de manera exponencial. El diario vendió en el primer semestre de este año, según el IVC, un promedio de 354.000 ejemplares por día (en el mundillo de la distribución de diarios se habla de una caída en el último año y medio que haría descender la cifra a 280 mil). Si imprimiera ejemplares similares a los de un diario chico, de sólo 48 páginas, y comprara los insumos en Papelera Tucumán, tendría –de piso– un costo extra anual de casi cinco millones de pesos. Si se contempla que Clarín, a veces, puede duplicar esa cantidad de páginas en el cuerpo central del diario y con los suplementos adicionales que ofrece las llega a triplicar, el ahorro podría multiplicarse por dos o por tres.

Si, para mantener la calidad del producto, una publicación decide adquirir papel importado, los costos que debe afrontar son aún mayores. El papel comprado en Chile cuesta 3,40 pesos el kilo, IVA incluido. A esa cifra es necesario añadirle el 3% de impuesto a las ganancias y si la empresa no está inscripta en el Registro de Importación del Sector Editorial, tendrá que abonar un 10% extra en concepto de IVA a la importación. Además, es necesario tener en cuenta que los costos se incrementan con los honorarios del despachante de aduana, el alquiler del depósito aduanero hasta que se retira la mercadería, el precio del servicio de custodia mientras se traslada el material y sellados varios.

Esta situación en el mercado del papel prensa no es nueva. Ya el 8 de octubre de 1986, en su tapa, Crónica publicaba una editorial inédita, que desnudaba la situación del mercado del papel: “Crónica se editará dentro de pocas semanas con el papel más caro del mundo, pues a su precio de fábrica tenemos que sumarle un 28% de impuestos que se tributa para mantener la supuesta producción nacional. Cabe consignar, que de las 2.000 toneladas que esta editorial consume mensualmente, la mitad era provista por Papel Prensa, pero con el correr del tiempo la misma se fue achicando hasta llegar a las 300 o 350 actuales. El Gobierno considera a dos de sus socios (Clarín y La Nación) como diarios líderes por el caudal publicitario que reciben y los convierte en los árbitros de los precios de venta, o sea que todos los demás deberán acompañarlos, aunque sus costos operativos sean muchos más elevados (...)”. Hacia el final del artículo, Héctor Ricardo García, otro de los pocos editores que se animó a protestar contra las reglas de juego, escribió: “Bien es sabido, por ejemplo, que en el país hay dos tipos de precios para el papel con que se imprimen los diarios: para unos está el que produce Papel Prensa, que cotiza la tonelada de 380 australes, y para los otros el de Papel del Tucumán, que cuesta 570 australes la tonelada, un 60 % más. Con el producto más barato se confeccionan los diarios socios del Ejecutivo, como Clarín, La Nación y La Razón, y con el más caro la casi totalidad de los restantes editados en todo el país”.

Habrá que recordar que hace años el viejo y popular diario Crónica entró en una pendiente más que complicada.

Remarcando precios. Más acá en el tiempo, el año pasado, el diario Hoy de La Plata dedicó una extensa editorial a protestar por los aumentos de precio que fijaba Papel Prensa, desde su óptica desproporcionados. “En diciembre de 2006, la tonelada valía 1.567 pesos, mientras que actualmente el precio es de 2.151. Es decir, en poco más de un año, el precio se incrementó un 37,2%, cuatro veces más que el índice de inflación anual reconocido por el Indec. Esta compañía monopólica, que es controlada por el Grupo Clarín y el diario La Nación (en sociedad con el Estado), busca ahogar a aquellos diarios que no forman parte de la corporación mediante continuos aumentos en el precio del papel”, aseguraba el artículo.

El nuevo proyecto de Ley de Medios Audiovisuales que ahora se discute en el Senado, busca poner límite a situaciones de mercado de este tipo en el mundo de la televisión, el cable y la radiofonía. Pero no refiere al mercado de la prensa gráfica que, más allá de los que pase en la Cámara alta, seguirá teniendo actores que podrán decir: “Yo lo fabrico, yo lo vendo y yo lo escribo”.

2 comentarios:

  1. Gracias Beto! Tengo qe leer muy bien... lo llevo y vuelvo si?. Un abrazo.

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  2. Excelente el informe .Ahora bien me parece que el gobierno debería tomar las medidas necesarias para promover la libre competencia en el mercado del papel, bajar los aranceles de importación podría ser un ejemplo.Pero en el caso de que se estatice la empresa , la misma debe asegurar por ley mayor cantidad de papel a aquellos diarios que más venden .

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