viernes, 23 de abril de 2010

PERONISMO Y LIBERACIÓN NACIONAL (1945-1955)Norberto Galasso



El peronismo en el poder
El 4 de junio de 1946, Juan Domingo Perón asume como presidente de la Nación Argentina. Se inicia así un complejo período de nueve años que se cierra el 16 de setiembre de 1955, al ser derrocado por un golpe militar.
El pensamiento liberal- conservador ha reducido esta experiencia muy rica en protagonismo popular calificándola como "dictadura", "totalitarismo" o "tiranía". La izquierda tradicional lo juzgó durante mucho tiempo como una expresión del "fascismo" o del "nazismo" que derrotado en Europa habría reflorecido
en nuestro país. La "Historia Social" lo reduce desdeñosamente a la condición de "populismo", es decir, un fenómeno político que si bien contenta a las masas y les otorga cierto protagonismo, cultiva la demagogia y no concreta transformaciones económico-sociales de importancia.
Estas interpretaciones parten de una apología -en mayor o menor medida- respecto a la Argentina anterior al 4 de junio de 1943, subordinándose a la óptica mitrista según la cual aquel habría sido "un gran país blanco y europeizado", ajeno a la "barbarie latinoamericana" y que "ocupaba un lugar importante
en el concierto de las naciones del mundo". Es decir, no advierten que existe una cuestión nacional a resolver, es decir, que se trata de una semicolonia proveedora de alimentos baratos al Imperio Británico y consumidora de sus excedentes industriales, con importante deuda externa y una gravísima deformación
económica hacia el puerto de Buenos Aires, instrumentada a través de la red ferroviaria británica.
Seguros, fletes, gran comercio importador y exportador, puertos, elevadores de granos, transportes, etc. eran extranjeros. Inclusive varios presidentes de nuestro país llegaron al cargo directamente desde su desempeño como abogados del gran capital inglés (Manuel Quintana en 1904, Roberto Ortiz en 1938) o
estrechamente ligados a la finanza europea (Victorino de la Plaza, en 1914) o subordinados al interés del capital extranjero (Mitre en 1868, Uriburu en 1930, A. P. Justo en 1932).
Si se parte de esta correcta caracterización de la Argentina agroexportadora, por cierto que resulta claro que el peronismo es un frente nacional, que quiebra esa dependencia. Sin embargo, su naturaleza policlasista y la conducción pendular del Gral. Perón le otorgan rasgos muy específicos que han provocado
más de un quebradero de cabeza a los intelectuales de la época que intentaron definirlo.
El peronismo: ¿fascismo o socialismo?
¿Cómo definir a ese "hecho maldito del país burgués", según lo calificaba John William Cooke?
Quizás la mejor manera sea, en primer término, desechar las falsas categorizaciones con que se ha pretendido aprehenderlo.
¿Se trata acaso de un movimiento fascista porque uno de sus principales sustentos es un sector del Ejército de reconocida tendencia antibritánica? ¿Se trata acaso de un movimiento socialista porque el otro sustento fundamental está dado por el fervoroso apoyo de la mayoría de la clase trabajadora? Ni lo uno, ni lo otro.
El fascismo es la dictadura de la clase dominante de los países capitalistas sin colonias, apoyada en grandes sectores de la clase media y ex -trabajadores lanzados a la desocupación, cuyo objetivo es liquidar la izquierda y consolidar el viejo orden a través de una política expansionista. Aquí, en cambio, la clase dominante se declara abiertamente en contra del General Perón, los trabajadores se organizan al
calor oficial y el enemigo principal -simbolizado por Braden- es el imperialismo, con la complicidad de amplios sectores de la clase media.
Por su parte, el socialismo implica la colectivización de la propiedad y aquí, el peronismo entrega el manejo de la economía a un "exitoso empresario" (Miguel Miranda) verificándose un proceso de desarrollo capitalista con base en el mercado interno como nunca antes se había visto en la Argentina, aunque
con avances sociales y una franja del aparato productivo que ha sido estatizada.
Las contradicciones del peronismo gobernante son muchas y mientras los obreros -que no tenían mucho que "desaprender"- captan inmediatamente sus aspectos más progresistas, los intelectuales -que saben mucho de los procesos europeos y los trasladan mecánicamente a una Argentina muy específica- se quedan perplejos o sueltan las interpretaciones más absurdas.
Esos rasgos contradictorios son, por ejemplo, que el peronismo es, desde su origen, un movimiento que impulsa el desarrollo capitalista, con fuerte apoyo de los trabajadores; que reconoce importantes conquistas sociales a los sectores obreros a través de un líder de origen militar; que promueve una intensa industrialización con capitales nacionales pero al mismo tiempo ocupa una importantísima franja de la
economía con empresas estatales, que gran parte de los empresarios industriales beneficiarios de crédito barato y mercado interno en crecimiento, son antiperonistas.
Frente a este fenómeno tan singular, se comprende la dificultad para descifrar su naturaleza histórica.
El frente antiimperialista
Sin embargo, a pesar de sus caracteres contradictorios, el peronismo se manifiesta, desde su nacimiento, como la expresión política de una confluencia de sectores nacionales, entendiendo por tales aquellos sectores de la sociedad argentina que, en mayor o menor medida, resultaban sofocados por el viejo régimen agroexportador que conformaba una economía complementaria del Imperio Británico: trabajadores
de una industria reciente crecida al calor de la crisis del treinta y de la Gran Guerra; sectores de clase media de modestos recursos, empleados de servicios y del aparato estatal; trabajadores estacionales y clases medias empobrecidas del interior; partes de un empresariado nuevo de capital nacional que
vende al mercado interno, sectores de la oficialidad del Ejército con posición nacional, en algunos casos, industrialistas; sectores de la Iglesia, a veces sacerdotes de vocación popular, pero más especialmente aquellos que desde una óptica conservadora intentan que los cambios que estiman inevitables se produzcan
en orden.
Esta confluencia de clases -en la cual coexisten, desde el principio, coincidencias y disidencias- se define nacional en tanto pugna por quebrar el sistema de la dominaci6n británica que ha convertido a la Argentina en la "granja de su Graciosa Majestad". Se trata, pues, de un frente antimperíalista o frente nacional
capaz de llevar a cabo esa ruptura de la dependencia. Esas diversas víctimas del imperialismo inglés, al no encontrar canales, en el escenario político del 40, por donde expresar su vocación de cambio, "inventan" el peronismo.
El radicalismo, después de aquella época de liderazgo yrigoyenista en la cual había mostrado pujanza y fervor antioligárquicos, había ingresado en caminos de "alvearización" integrándose al sistema de la dependencia, no solo porque el partido había caído bajo el control de una dirección conciliadora sino
porque una gran parte de sus bases se han adaptado al país agrario semicolonial. FORJA ha constituido el intento más importante por revivificar los viejos bríos y gestar un programa antiimperialista definido, pero su notable importancia ideológica no se ha traducido en fuerza política capaz de disputar el control
partidario a la vieja conducción. A su vez, tampoco los partidos de izquierda tradicional constituían herramientas aptas para expresar esas ansias de transformación que palpitaban en las mayorías populares.
El Partido Socialista, tomado ideológicamente por la clase dominante, profesaba un liberalismo oligárquico de izquierda, más preocupado por el divorcio, los homenajes a Rivadavia y las cooperativas que por el problema fundamental de los argentinos: la cuestión nacional. Su vieja base social -un proletariado artesanal y de servicios- había visto disminuida su influencia en la sociedad argentina, mientras
la nueva clase obrera industrial -de origen provinciano, especialmente- no se reconocía en esos hombres pretendidamente cultos, sólo preocupados por la suerte de ingleses y franceses en la contienda europea.
Asimismo, el Partido Comunista tampoco constituía un posible canal de las inquietudes populares. Si bien había visto crecer sus filas sindicales en los años treinta (en la medida en que la industrialización de la preguerra nuclea obreros) su sometimiento a las volteretas diplomáticas de la URSS -producto de la
teoría stalinista del "socialismo en un solo país, por supuesto, en la URSS- desprestigiaba a sus gremialistas y los aislaba de las bases. Así ocurrió, por ejemplo, con los obreros metalúrgicos y de los frigoríficos, cuyas huelgas fueron levantadas por decisión del Partido para no entorpecer las relaciones con empresas
anglo-yanquis y no perturbar el envío de carne a los ejércitos aliados, abandonando así la defensa de los reclamos salariales. Esa subordinación a la diplomacia soviética -por entonces del brazo de los Estados Unidos y Gran Bretaña- conduce a la agrupación, con la excusa de enfrentar al fascismo, a estrechar filas junto a los amigos, del imperialismo, desde Antonio Santamarina hasta Nicolás Repetto y la diplomacia anglo-yanqui.
Por estas razones, ese amplio frente social que clama por una conducción política, al no encontrar expresión en los partidos tradicionales, inventa un liderazgo sobre la marcha nucleándose alrededor del general Perón. "La del '45 -escribirá John W. Cooke- fue una situación revolucionaria donde los esquemas teóricos no servían. Faltaba una "Izquierda Nacional" y ese papel pasó a ocuparlo el peronismo,
aunque sin definirse como tal" (por supuesto, la diferencia no estriba meramente en el rótulo, sino en que el camino de la Liberación Nacional se intentará a través de un proyecto distinto del que hubiese implementado el socialismo revolucionario a la cabeza del frente).
Ese frente, que es nacional por su composición social y su objetivo político, ratifica entonces ese carácter cuando dirime fuerzas con otro frente de clases que se le opone: la vieja oligarquía (terratenientes, exportadores, importadores, grandes comerciantes y banqueros ) enfeudada desde décadas a los ingleses,
que arrastra consigo a un importante sector de clase media usufructuaria de algunas migajas del festín colonial (subordinada por la colonización pedagógica, a la clase dominante), alianza bendecida, protegida y hasta por momentos liderada, por el embajador norteamericano Spruille Braden.

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