martes, 16 de marzo de 2010

El tráfico con seres humanos, un problema global



El trabajo sexual y las labores forzadas son las principales formas de explotación a las que son sometidas las víctimas del tráfico humano, un problema global propiciado por la severidad de las políticas migratorias.
Si se concibiera un ranking para medir la rentabilidad de las actividades delictivas en el mundo, el tráfico de personas estaría actualmente en el segundo lugar.

Así describe Romeu Tuma Júnior, Secretario Nacional de Justicia de Brasil, las dimensiones de una industria cuya prosperidad radica en el comercio de seres humanos como si de bienes y servicios se tratara: a escala global, el tráfico de personas se ha convertido en la segunda mayor economía paralela, superando a la del comercio de armas y pisándole los talones a la del narcotráfico en términos de volumen financiero.
“Justamente por tratarse de un crimen silencioso, la mayoría de las personas no se percata de que sus índices van en aumento”, explica Tuma Júnior. Según el Informe Global sobre Tráfico de Personas de la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC), la mayoría de las víctimas son objeto de explotación sexual (79 por ciento de los casos) u obligadas a practicar trabajos forzados (18 por ciento).

Por su parte, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) señala que por lo menos 12,3 millones de adultos y niños son explotados en el marco del comercio sexual o de labores forzadas en todo el mundo; 56 por ciento de ellos son mujeres y niñas.

El ser humano, mercancía globalizada

¿Cómo puede haberse extendido tanto una práctica que termina transformando a seres humanos libres en esclavos? Cálculos hechos por organismos de las Naciones Unidas sugieren que, en la primera década del siglo XXI, había unas 191 millones de personas viviendo fuera de sus países de origen.

Un expediente publicado por la editorial del periódico español La vanguardia señalaba que el 13 por ciento de los emigrantes provenía de América Latina y el Caribe, y que los principales catalizadores de la migración eran la miseria de los unos y la necesidad de mano de obra barata de los otros.

“Pero la economía sumergida no es el resultado de la inmigración irregular, sino su causa fundamental”, aclaraba el editor del reporte, Xavier Batalla. Muchos dejan sus países y terminan siendo víctimas del tráfico humano en el extranjero, obligados por la inestabilidad de sus vidas a aceptar falsas promesas de empleo, estudio o matrimonio.

Y, a juicio de Romeu Tuma Júnior, las restrictivas políticas migratorias de los países en el hemisferio norte crean un ambiente propicio para la actuación de las cuadrillas organizadas de traficantes de personas.
“Cuando alguien tiene el sueño de ir a Alemania, es porque cree que allá va a tener una vida mejor”, explica Tuma Júnior haciendo uso de un caso hipotético. “Y si esa persona experimenta restricciones como inmigrante, si es criminalizada como inmigrante, ella no va a rendirse o a olvidar su sueño, sino a procurar que alguien la ayude y la lleve a Alemania”.

El funcionario brasileño está convencido de que muchas de las personas que atraviesan estas circunstancias acaban convertidas en víctimas por partida doble: por permanecer en un país sin el consentimiento de las autoridades pertinentes y por caer en manos de los traficantes de personas.

“De ahí el llamado a que los países tengan una política migratoria más flexible, más humanitaria; eso contribuiría a combatir el tráfico de personas”, insiste Tuma Júnior.

¿Más fácil decirlo que hacerlo? Para evitar la explotación de los inmigrantes sin papeles en Brasil, el Gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva decretó una amnistía en junio de 2009 que les permitió legalizar provisionalmente su permanencia en el país. Según Tuma Júnior, muchas víctimas del tráfico estaban trabajando como si fueran esclavos: sencillamente no podían liberarse de sus “empleadores”.

“Cuando se les dio la amnistía, muchos inmigrantes sin papeles consiguieron salir y denunciar los crímenes”, informó el Secretario Nacional de Justicia de Brasil.

Brasil y Argentina son países de emigrantes, pero también son un destino de inmigrantes, un lugar de tránsito y, en consecuencia, países donde el tráfico de personas es un serio problema. Decenas de miles de hombres, mujeres y niños de distintas nacionalidades pasan por estos paises buscando un futuro más prometedor para terminar haciendo trabajos forzados en fábricas textiles de urbes como Sao Paulo o Buenos Aires, en plantaciones de la más diversa índole, en la industria minera y en la maderera.Mientras tanto, otros cientos de miles –entre 250 mil y 400 mil para ser más precisos– son obligados a prostituirse en zonas turísticas a la orilla del mar o del río Amazonas, mientras que en Argentina se calculan en mas de 20 mil inmigrantes obligadas a prostituirse.
Beto Martinez

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